No se puede, por mucho que una quiera escapar al presente. Mirar el panorama sobre el puente que se abre hacia el infierno que tenemos ante los ojos. Es tan apocalíptico que no se alcanza una ni a mirarse el ombligo.
No se puede tirar del; “ojos que no ven”…No sé podía hace unos meses ni hace unos años y nos hemos ido acostumbrando a ir de mal en peor. Estamos más por el “ojo por ojo” y eso si que no es solución. Me llamarán buenista y no tendrán razón.
Dicen que estamos hechos para sobrevivir, pero en la casilla no da la opción a qué, porque es posible que tampoco haya opción.
La barbarie viene de todos y ninguno y ya no sabemos ni a quien echar la culpa. La culpa es de todos, cada uno, tiene la casa por barrer. La polvareda es tal, que una nube te lleva a otra y a cual más tóxica, más bélica, más cerca del Bosco que el mismo Bosco.
Yo por preocuparme por algo propio, me preocupo del mundo que vamos a dejar en herencia a los bachilleres, buscando un futuro a sus vidas.
Los bachilleres de mi época le dábamos al No Future y parece que no hemos parado hasta hacerlo realidad.
Tengo un adolescente en casa que aspira a hacer política en el futuro y yo le animo a que lo haga, pero no le digo que tal vez para cuando le toque ya está con suerte viviendo en Marte. No sé que tipo de política podrá hacer en Marte, cuando el futuro le alcance.
Dicen Morrissey y Reverte que van a ganar los malos, pero yo a estas alturas, ya no tengo claro quienes son.
Puede que sea patético tirar de versos románticos, pero llevo todo el día acordándome de aquella gran película de Gonzalo Suarez.
Yo hoy quiero gritar como Byron navegando en la niebla hacia la nada.